jueves, 4 de diciembre de 2008

Un tornado causó destrozos en Río Luján

[En el último temporal]
Sucedió el viernes por la madrugada a la altura del Km 3,5. Derribó árboles, postes de luz y alambrados perimetrales. Una casa se llevó la peor parte: los fuertes vientos arrancaron el techo y destrozaron su interior.

Un estruendo paralizador irrumpió en la quietud de la noche: el inmenso ventanal atravezó la oscuridad en pequeñas partículas diseminadas por el aire. Una rama lo había impactado con la inusual ferocidad de las ráfagas que esa noche azotaron a Río Luján. Inmediatamente, el viento colmó el ambiente único de la casa y se esparció por todos los rincones con la brutalidad de una bestia, arrasó con todo a su paso y derribó muebles, baúles y espejos. La presión del viento expulsó súbitamente las lozas de las dos chimeneas del lugar, las escupió –literalmente- y las hizo volar por los aires como hojas de papel. Pero ese ensañamiento no fue suficiente para la naturaleza enfurecida. Ahora tomó al techo por sorpresa y lo levantó con un soplido fulminante y letal. La fuerza del viento arrancó de cuajo la primera hilada de ladrillos y desprendió las vigas de madera. Las chapas, los tirantes y aislantes se desperdigaron por el campo, planearon como plumas y destruyeron todo en su camino. Ni el alambrado perimetral pudo contener la furia avasallante del tornado que sacudió a Río Luján el viernes por la madrugada.
El derrotero del violento remolino fue lineal: inició su recorrido en la esquina de un campo de seis hectáreas, derribó tres enormes eucaliptos, que cayeron sobre el tendido eléctrico y aplastaron el alambrado que yacía debajo. El tornado continuó su paso impiadoso, desenterró numerosos árboles añejos y desparramó un ramerío caótico bajo el cielo centelleante y tenebroso.
El temporal duró lo que cabe en unos minutos, su travesía fue tan fugaz como letal, tan certera como despiadada. Luego centró toda su furia en el caserón solitario que, como en una postal melancólica, aguardó el sablazo escandaloso de su cólera, permaneció inmóvil y sereno, y no ofreció resistencias ante el avance del torbellino.
Un instante más tarde, los postes que transportan cables de alta tensión a la vera de la ruta 4 sufrieron los coletazos del vendaval. El tendido cayó sobre la calzada de la carretera y obstruyó el paso de los vehículos. Afortunadamente no se registró ningún accidente: la zona se encontraba anegada y el intenso aguacero disminuía considerablemente la visivilidad a los automovilistas que circulaban por allí.
En ese lugar se percibieron los trazos más graves de la borrasca, que en un puñado de minutos castigó duramente a aquel caserío de Río Luján -ubicado a la altura del Km 3,5.-.
A las 8am fue alertado el personal policial del Destacamento de Alto Los Cardales, quienes cortaron el paso de la ruta junto a empleados municipales. La medida se estiró hasta la tarde del viernes, ya que la empresa proveedora del servicio, EDEN S.A, tomó cartas en el asunto recién a las 10 de la mañana, luego de las reiteradas insistencias de los vecinos y la policía.
La postal se tornó desoladora a plena luz del día: ramas y árboles desperdigados por doquier, cables y postes de luz y teléfono desparramados por el suelo, el techo del caserón esparcido en toda la extensión del campo, enroscado en árboles y alambrados, eucaliptos quebrados y derrumbados, casas destruidas; tal era el escenario descubierto por las primeras luces del viernes. Un temporal repentino había provocado un verdadero caos, un desastre natural que arrasó la pasividad de la noche riolujanense.

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