miércoles, 17 de septiembre de 2008

Se llama Eduardo o Crisólida

[ENTRE NOSOTROS]
Escribe: Olga Pareja Nuñez

Se llama Eduardo. Su vida es una calesita que da vueltas al revés. Su marcha, una esponja que absorbe todo cuanto pasa a su lado. Por eso, casi sin remordimientos, recurre a estimulantes, pese a que sabe que no debe hacerlo. También a veces, sin proponérselo, es agresivo casi como jugando. Otras, la ternura sella todo lo que hace. Una de sus contradicciones es su cultura no de libros sino de calles. Sorprende que muera cuando se ve al Moisés de Miguel Ángel o ante reproducciones de grandes genios de la antigüedad. De allí va a la otra punta. Con la misma pasión ama a Juanse, la voz de los Ratones Paranoicos, banda trascendente del rock nacional. Es decir, sin altibajos se precipita de un extremo a otro. Camina en el filo de la navaja sin perder el equilibrio. Digo equilibrio. Que se entiende, dentro de su mundo, claro…
Este artista que además es buen herrero y que firma sus trabajos plásticos con el seudónimo de Crisolida, vaya a saber porqué, es autodidacta. Pinta bien. A veces muy bien como en el bello cuadro que me regalo el año pasado. Un paisaje que emana una luz metafísica muy particular.
Eduardo o Crisólida es loco o medio loco, cuerdo o casi cuerdo. Se escapó del tango de Piazzola con letra de Ferrer que dice "yo sé que soy piantao, piantao, piantao" en el que el personaje invita a su amor a volar. Una mezcla exacta de Sancho y Don Quijote. Como él.
A veces, la vida en su vorágine, lo ataca mal. Entonces cae. El delirio transita agitando su alma. Pero Ave Fenix al fin renace de sus propias cenizas. Y al decir de Unamuno "volverá a surgir su estrella refulgente y sonora, camino al cielo". Es cuando sostiene con firmeza que los milagros, existen. Yo también lo creo. Ya vivir es un milagro. Ver, sentir, amar son milagros cotidianos que conforman la plenitud del ser.
A propósito, por esto nace el porqué escribí esta nota. Paso a contar.
Hace pocos días Eduardo vino a visitarme con mi nieto Ramiro, otro fuera de serie. Acongojada, les conté que mis ciruelos estaban de duelo. Este septiembre, por primera vez, permanecieron grises ausente de flores. En otras primaveras cuando estaba mi amado Carlos, nos sorprendían cubiertos totalmente de una luz blanquísima ensoñada. Tan bellos eran que él más de una vez, los trasladó a sus cuadros, colmando la tela de una sutiliza de exuberante esplendor. Todo tiene su tiempo fugaz y también todo vuelve.
Eduardo silenciosos se levantó y fue hacia el parque. Al volver nos dijo "Les hablé. Los arboles asimilan una suerte de mensaje mágico cuando conversamos con ellos y responden. Los ciruelos van a florecer".
Pensé ¿Por qué no? Recordé el dicho que dice que las brujas no existen, pero que las hay, las hay. Sino brujas, algo parecido, porque a la mañana siguien-te, al levantarme, me sorprendía una bendita visión. El cielo esmaltado con un azul azulísimo, señalaba una luminosidad nívea: eran mis ciruelos totalmente florecidos ¿Fue la energía que les transmitió Eduardo para que esto ocurriera?
Es muy probable , porque él sabe, sin saberlo, por supuesto, que piensa con Herman Hasse que afirma que un árbol bañado por el sol, una roca, un animal o una montaña, tiene una vida, una historia viven, sufren, desafían, gozan y mueren" Además, Eduardo cuando es Crisólida, sostiene con seguridad, que también oyen y responden.

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