sábado, 12 de julio de 2008

[Entre Nosotros]

Lo que los ojos no ven
[Por Olga Pareja Nuñez]

El aire esta pleno de perfume otoñal. Como un magnifico ballet, los pájaros giran enlazando a los árboles. Entonces, me pregunto una vez más, como Henry Millar, qué pasará por la cabeza del hombre que tradujo gruesos volúmenes sobre la historia del arte cuando se enfrenta con las maravillas que a diario nos regala el Cosmos.
En lo que a mi respecta, cada vez el asombro crece más, reafirmando mi leve existir que me anuncia categóricamente que es tiempo de dar, no de pedir. Es tiempo de Dios. Y cuando digo Dios (lo nombro reiteradamente) no visualizo la figura de un dignísimo ser, omnipotente e indestructible, sino que laude a la energía pura.
Y cuando digo cielo, viene a mi memoria los versos de Leonardo Argensola que dicen “porque este cielo azul que todos vemos, ni es cielo, ni es azul, lastima grande que no sea verdad tanta belleza”. Lo se e igual me conmueve esta mentira visual. Cuando repito ángeles, no imagino etéreas criaturas aladas, se presenta la hermandad, la abstracción más pura del amor. Al decir muerte, siempre recuerdo que la semilla primero debe morir para dar nueva vida.
Nada es tan simple de decir ni de escuchar. Mucho menos de sentir. Por ejemplo, si acariciamos una rosa, es importante no ignorar para que la caricia tenga completitud total, que el universo todo, cabe en ella. Porque en su calor, con la sutil textura en sus pétalos y en su irrepetible fragancia, se condensa lo bello, de manera superlativa.
Por eso, es necesario estar alertas. La indiferencia en el vivir, no cabe. Recordamos que todos somos todo, también cada cual tiene su vida propia, la muerte propia y el propio renacer. Sin embargo, estas efímeras latitudes personales, trascienden lo individual para integrarse a lo universal. La gran ronda del vivir. Porque somos humanidad unida por generaciones y acontecimientos históricos que se suceden unos a otros ininterrumpidamente.
De allí que debemos enriquecernos en la abundancia que nos ofrece el estar vivos y con conciencia activa. No se trata simplemente de conformar una continuidad en cadena. Sería muy fácil y por ende aburrido. Además, se desgajaría la acción del individuo, destinado a niveles superiores.
Daré un ejemplo: en las artes, cuando el artista concreta solamente lo periférico, es decir, la cáscara de la creación, llega solo a ser un profesional del arte, algo así, como un aplaudido atleta de circo. Aún alcanzando el máximo virtuosismo, su arte carecerá de real trascendencia. El mecanismo cerebral, con ausencia del sentimiento puro, jamás logra una obra contundente que emociona y perturba a quien mira.
Acordamos que la vida exige ahondar su exhuberancia para poder de tal fuente, encontrar su núcleo, raíz de todo principio.
Yasunari Kawabata sutil escritor japonés, dice con sabiduría oriental, “que solo los hombres de antaño, cuando no había luces podían entender el misterio de la luna”. Es decir, descubrir aquello que está y que los ojos no ven. Porque nuestra inevitable humanidad está en pañales. Sino ¿Cómo nos conmueve a diario, el saber que “allá” hay una fiesta de estrellas que danzan con un orden que ni siquiera imaginamos? ]

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